Una Aproximación a las Ciencias de la Tierra en el Chile Decimonónico

Dr. Tomás Cárdenas Fincheira / Decano de la Facultad de Humanidades y Tecnologías de la Comunicación Social, UTEM.

Es para nuestra Universidad y hoy especialmente para este profesor que relata, un verdadero honor y tremendo compromiso abordar la presentación de este libro, que es parte de la producción de investigación científca de 3 académicos destacados, con amplia trayectoria en sus respectivas especialidades y en publicaciones de artículos y libros.

Al leer el contenido del texto de 394 páginas que nos congrega, lo primero es reconocer y felicitar a sus autores por la solidez de las expresiones, en su mayoría  apoyadas en extensas y minuciosas búsquedas bibliográficas, que en muchos casos incluyen textos propios precedentes en la misma temática, lo cual da cuenta que este resultado es producto de gran conocimiento de materia, por cuanto se aprecia mucha fluidez y redacción fácil de entender.  A esto, se suma la organización de los contenidos en severos órdenes de presentación catalogados en etapas muy similares a la de las tesis doctorales de las ingenierías incluso, pero con un grado de modestia que llama la atención en los títulos que leemos, como por ejemplo “aproximación a las ciencias….”, en la portada,  “hacia una o alguna conclusión..”  en los apartados y otros parecidos que, al leer, uno puede colegir que, por lo expresado allí, todo tiene una gran contundencia, pues se aporta con lo necesario para comprender el verdadero y significativo aporte que han realizado al desarrollo de nuestro país en el siglo 19, tanto los científicos mencionados, como las instituciones descritas y aquellos polígrafos y humanistas seleccionados en este trabajo.

Ahora bien, si hacemos un detalle de aspectos que colaboran en un mejor entendimiento al lector, es dable destacar que aparte del modo experimentado de presentar contenido mismo, tal como lo hemos señalado anteriormente, se suma el hecho de usar una letra del tipo romano en la impresión, que tiene más de 2.000 años de antigüedad y que en definitiva, es una de las tipografías más fáciles y menos cansadoras para leer gran número de páginas. Además, el tamaño adecuado de la letra elegido también influye en el total de la apreciación positiva. Por otro lado, el hecho que en las frases que provienen o contienen citas de otras fuentes, aparezcan en el pie de página, todas las coordenadas hasta el número de página, nos indica claramente que aquella información ha sido validada. Además, es notable la decisión de incorporar la bibliografía por cada capítulo, pues evidencia una gran búsqueda y acopio de información de respaldo. En este último aspecto, se ha llegado a contar más de 30 o 40 textos de respaldo para ciertos capítulos.

Al adentrarnos al texto, lo primero es destacar el Prólogo realizado por nuestro colega de la UTEM Dr. Pablo Azócar Fernández, Cartógrafo que desde su ámbito disciplinar valora el contenido de la obra e incluso agradece aspectos que, sin duda, son de gran interés para los profesionales de las ciencias de la tierra, por cuanto seguramente este libro puede llegar a ser un relevante material de consulta, dentro del proceso formativo universitario.

Así pues, en la primera parte del libro aparecen con mucha justicia tres innegables personajes provenientes de Europa y contratados por el Estado,  que tras años de sobresaliente  dedicación han dejado una huella indeleble en el desarrollo y consolidación de las ciencias de la tierra y su enseñanza, para la joven república chilena. Ellos son: Claudio Gay, Charles Darwin, Ignacio Domeyko y Pedro Amado Pissis, todos con una vasta preparación en diversas ciencias, todos con rasgos en común respecto  a su preocupación por las ciencias de la tierra, con gran reconocimiento histórico y social como principales forjadores de la taxonomía, geografía, geología y otras variantes, aportando sin duda al desarrollo y patrimonio físico de Chile, desde sus áreas del conocimiento e, incluso, trascendiendo con sus estudios y recomendaciones a la explotación minera moderna.

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En principio, en el texto desarrollado por Zenobio Saldivia se visualiza que Claudio Gay de nacionalidad francesa, fue un gran naturalista que realizó los primeros estudios profundos de la flora, fauna geografía y geología de Chile, manteniendo además  una  estrecha dependencia entre el arte y ciencia, con una gran búsqueda de la armonía del sentimiento y de la justeza, todo lo cual se valora desde nuestras disciplinas de las humanidades. Detalles como su propuesta de la generación de espacios de aclimatación de especies en la naciente Quinta Normal y, en otro ámbito, la contratación del pintor alemán Mauricio Rugendas por su parte, para registrar en dibujos la naturaleza y costumbres de Chile,  dan evidencia del nivel de detalle y sensibilidad en las preocupaciones de este sabio.

El contenido también elaborado por el profesor Saldivia, continúa con la presentación Charles Darwin, naturalista de origen inglés, que hizo  gran aporte a la teoría de la evolución biológica mediante la selección natural, por cierto, materia que cambió la visión del mundo científico en general. Además, en la exposición de su obra del presente libro se destacan sus aportes a la paleontología, conquiliología, (es decir, el estudio de los conchales), a la  geología, así como al cuerpo físico de Chile y observaciones geográficas, vulcanológicas, orográficas (entiéndase por el estudio del relieve terrestre), también a observaciones  hidrológicas o limnológicas (es decir, el estudio de la rama de la ecología referente a los ecosistemas acuáticos)  entre otros aspectos científicos, evidenciándolos en numerosas publicaciones en Europa donde destaca, entre otras, el Ensayo sobre el principio de la población, realizado en 1838.

Siguiendo con las exposiciones, Francisco Díaz en el texto destaca a Ignacio Domeyko, científico de origen polaco y de nacionalidad chilena desde 1848, que en principio fue contratado por el estado para fortalecer la enseñanza de la minerología y que llegó a ser rector de la Universidad de Chile. En el escrito se señala como uno de sus  grandes aportes a la minerología, el haber clasificado sistemáticamente miles de muestras de minerales y  todos los objetos de estudio minerológico, aparte de haber desarrollado y propuesto los planos de minas subterráneas, lo cual cambió radicalmente la forma de explotación minera de la época, permitiendo una mejor operatividad y seguridad. Por otro lado, es destacable su influencia en la ley de defensa de las riquezas forestales. Finalmente, se expone que a él se debe la organización de varias carreras de nivel superior y grandes aportes a la educación de la ingeniería, que era subconsiderada en la época.

En apartado a continuación expuesto por  Francisco Díaz, se destaca al científico francés  Pedro Amado Pissis y su preocupación por la geología y geografía chilena, contratado también por el estado, específicamente para el estudio de la geografía física del país y para confeccionar la descripción geológica y minerológica de la República. De su obra se detallan en el texto diversos estudios y publicaciones en Chile y en Francia, destacando la elaboración de diferentes mapas provinciales y mapa general de Chile, también especificando la geografía botánica y faunística de las provincias con paisajes y acuarelas definido como Atlas de la Geografía física de la República de Chile, así como diferentes trabajos y reconocimientos que le valieron el nombramiento como Jefe de Geografía de la Oficina de Estadísticas de Chile y posteriormente jefe de la misma Oficina en Santiago, así como miembro de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

En apartados siguientes, se exponen instituciones relevantes que se fundaron en el país tales como el Instituto Nacional y Biblioteca Nacional, ambas en 1813 y posteriormente la Universidad de Chile, que fue concebida como academia científica que debía aplicar al contexto chileno los avances de la ciencia europea.

Especialmente, el autor Patricio Leyton describe el Observatorio  Astronómico Nacional (OAN),como el inicio de la astronomía y el desarrollo de la meteorología en Chile incluso desde la época colonial con los estudios cualitativos de los jesuitas. Los avances del siglo 19 lograron el fortalecimiento y se consiguió gracias a que se publicaron observaciones en forma periódica  y se efectuaron cálculos de temperatura y presión con un alto grado de exactitud y prolijidad y se contó con un plan de observaciones metódicas y se formaron personas para que pudieran operar los instrumentos. Así, en el texto se vinculan los aportes a la meteorología y climatológicos que realizaron tanto Claudio Gay como Ignacio Domeyko, así como los estudios de sismología que realizaron otros especialistas de la época. Respecto al comienzo de la astronomía se señala en el texto la instauración de un observatorio en el cerro Santa Lucía y posteriormente se fundó el Observatorio Nacional, durante el gobierno de Manuel Montt. También se describe el establecimiento de la Oficina Central de Meteorología de Chile, con la finalidad de coordinar la recolección de datos sobre las condiciones atmosféricas del país.

Continuando con las exposiciones, Francisco Díaz se refiere a los orígenes y desarrollo del Museo Nacional de Historia Natural, destacando sus principales actores: Gay, Domeyko como aportadores de conocimiento y Philippi como director, con gran su obra continuadora de organización y de enriquecimiento de la colección, sumado  a numerosos estudios y acciones que determinaron la actual ubicación del Museo al interior de la Quinta Normal. En efecto, el autor compara incluso el modelo taxonómico empleado por Philippi y Gay, puntualizando que el primero en su prosa científica detalla las capacidades físicas de la especie a diferencia de que Gay acentúa la descripción física y agrega una connotación de los lugareños que tiene sobre el referente vernáculo. Además, se puede visualizar en el texto que el director Philippi además de organizar el Museo, también se preocupa de generar mejores condiciones laborales de los empleados. Finalmente, se destaca que a pesar de ser una época compleja por los diversos problemas del país, limítrofes entre otros, el director continuó con la institucionalización de la ciencia en Chile, especialmente en el estudio de la flora y fauna.

En el siguiente apartado desarrollado por Patricio Leyton, referido al Observatorio Meteorológico del Colegio San Ignacio y a la Ciencia Jesuita en el Chile Republicano, se establece claramente que esta institución se fue consolidando a partir de los aportes realizados en periodos anteriores desde la llegada de los jesuitas al país, destacando incluso aquellos estudios realizados por Alonso de Ovalle, en relación con las condiciones meteorológicas y climatológicas en comparación con Europa, dentro de su obra publicada en Roma en 1646, titulada Histórica Relación del Reino de Chile. También, se pone en valor que el trabajo científico desarrollado por los jesuitas en el siglo 19, poco difundido en los estudios históricos,  especialmente aquellas observaciones  atmosféricas y sismológicas realizados por el padre Capeletti y, en un ambiente social de auge liberal, ayudaron a dar una imagen de los sacerdotes favorable al cultivo de la naturaleza y que tanto la ciencia como la religión no eran dos caminos dispares. Cabe destacar finalmente que, las mediciones realizadas en este observatorio fueron utilizadas como insumos en el Observatorio Astronómico Nacional.

A continuación, en el apartado desarrollado por el profesor Zenobio Saldivia, se da cuenta detallada de la Oficina Hidrográfica de la Marina como ente Gestor Delineador de la Cartografía Nacional en siglo 19, donde el autor señala que, se observan las primeras actividades hidrográficas y cartográficas asociadas a la exploración de ríos y costas que comienza a desarrollar la Marina de Chile, específicamente con los estudios realizados en relación con el Rio Bueno y su desembocadura y posteriormente en Isla Mocha, canales interiores de Chiloé, Estrecho de Magallanes y otros lugares de Coquimbo al sur. Además se destaca que las incursiones cartográficas continúan en los años 60, orientada a facilitar la ocupación militar durante la Pacificación de la Araucanía. Posteriormente, durante la guerra del Pacífico la cartografía e hidrografía fue muy relevante y exitosa. Además, se destacan los objetivos de la Oficina Hidrográfica Nacional que consistían en: a) Fijar el derrotero general de las costas de Chile, b) Llevar la estadística de los siniestros marítimos y c) Elaborar el extracto diario meteorológico que debe llevarse en los buques mercantes, conforme lo acordado en la Conferencia de Bruselas. Finalmente se destaca que la contribución de la armada de Chile a las ciencias de la tierra fue muy variada: planos topográficos, planos geológicos, planos de ferrocarriles, estudios meteorológicos, astronómicos y sismológicos entre otros.

En los siguientes apartados, se destacan los interesantes aportes de los Polígrafos más representativos del periodo republicano del siglo 19, para enriquecer la historiografía de la ciencia y la popularización y difusión del conocimiento científico. El autor Patricio Leyton, destaca primero a  Andrés Bello, de origen venezolano, a quién lo describe como el padre cultural de Chile, debido a sus aportes al país en educación, derecho, periodismo, filosofía, literatura, lingüística, historia y ciencia. Además, fue un referente en el desarrollo intelectual chileno y formador de la elite chilena, en que según su pensamiento la geografía, historia, literatura y filosofía  eran necesarias para formación integral de personas. Bello publicó estudios originales y traducciones de las más diversas temáticas en Venezuela, Inglaterra y Chile, a través de su rol en la prensa y como rector de la Universidad de Chile, institución que proyectó para que fuera el centro de la comunicación con la comunidad científica internacional y además como centro de difusión del conocimiento hacia las otras clases de la sociedad. Se describe que el naturalista alemán Alexander von Humboldt fue quién lo acercó a los estudios de las ciencias de la tierra, a partir de las investigaciones geográficas, geológicas y meteorológicas desarrolladas durante su estancia en América. Andrés Bello, también fue un gran informador del terremoto de 1835, hecho en que también fue testigo Charles Darwin estando en Valdivia. Finalmente, se describe que la Cosmografía es la principal y única obra científica de Bello, lo que representa la culminación de sus trabajos de divulgación astronómica que inició su desarrollo en Venezuela y continuó en Inglaterra y Chile.

Continuando con los Polígrafos, el mismo autor Zenobio Saldivia destaca al chileno José Victorino Lastarria y su contribución a las ciencias de la tierra. Estudió con Andrés Bello y en la Academia de Leyes para abogado, fue fundador de la sociedad de Literatura de Santiago, importante hito para los intelectuales pues motivó la reflexión acerca de la búsqueda y empoderamiento de un perfil propio para la literatura chilena, según lo expresado por el autor. Los intereses intelectuales de Lastarria se identifican con su amor por el saber y por difundir nociones humanistas y conocimientos científicos en aras de su ideal de orientación liberal y progresista. Su discurso es más bien idealista y utópico, en tanto pretende difundir sus ideas liberales, la búsqueda de una identidad nacional y/o americana y hacer conciencia de la necesidad del desarrollo del país. Además, entre otros aspectos, hizo importantes contribuciones a las ciencias de la tierra a través de una sus muchas publicaciones, titulada Lecciones de Jeografía Moderna, partiendo por cosmografía, geografía universal, geografía física y geografía histórica de diversos países incluido Chile, determinando límites y extensión territorial. Más tarde se identificó como positivista, siendo consecuente con normas que buscan el rigor metodológico y, que exigen a las obras científicas que estén los hechos debidamente demostrados y/o conocidos. Siendo nuevos focos de su interés el énfasis en el progreso, la regeneración social, la preocupación por la ciencia, la sugerencia de cambios curriculares centrado en el estudio del método científico y en la búsqueda del rigor lógico, además de su interés por los recursos hídricos y por desarrollo minero e industrial del país.

En el siguiente apartado, Francisco Díaz y Zenobio Saldivia destacan a Benjamín Vicuña Mackenna y sus estudios históricos sobre las ciencias de la tierra, partiendo por describir a su persona y al político, dada su formación y lecturas es definido por los autores, como una persona de carácter rebelde e imaginativo y de sensibilidad romántica por los ideales con la naturaleza. En el texto se vislumbra también que en su juventud estuvo focalizado en observar las experiencias sociopolíticas del mundo occidental. Además, por ser opositor al gobierno de Manuel Montt estuvo encarcelado y en el exilio en Liverpool. Posteriormente, fue considerado como el mejor historiador del Chile republicano y tuvo acceso a los archivos de O’Higgins, con el fin de estructurar la primera historia política de Chile. Fue diputado y agente confidencial en la guerra con España. En el parlamento obtuvo reconocimientos en diversas temáticas: educación, relaciones exteriores, agricultura y obras públicas y por cierto también tuvo detractores. Fue nombrado intendente de Santiago destacando por significativas obras para modernizar la ciudad, entre muchas de éstas:  el cerro Santa Lucía, arborización de la ciudad, apertura de calles, así como la propuesta de canalización del Mapocho entre Baquedano y Vivaceta, que fue realizada poco después a su muerte, cambiando la apariencia de una ciudad colonial a una moderna.  Posteriormente, retomó su labor parlamentaria, literaria e historiográfica, con varias publicaciones y como creador de distintas organizaciones. Fue propuesto como candidato a la presidencia de la república y tras recorrer el país desistió de su candidatura. Entre sus innumerables aportes se considera su historiografía de las ciencias de la tierra, dedicada  al fomento de la agricultura, basada en observaciones en Europa y considerando el conocimiento recopilado y los avances de la ciencia en química, minerología, meteorología, geología, botánica, zoología, medicina y veterinaria entre otras. Además, sintetizó una propuesta para el estudio agrícola de Chile basada en 4 principios básicos. Por otra parte, realizó estudios de climatología y topografía, donde se caracterizó por describir los climas de Chile en diferentes tiempos de la historia y recalcó que el estudio de la presión atmosférica es determinante para la agricultura. Además, se describe que realizó importantes estudios respecto a los métodos de adquisición y productividad de los metales preciosos, enfocándose especialmente en el oro.

Finalmente, el autor Patricio Leyton nos describe al notable Diego Barros Arana y sus trabajos geográficos: el rol de la ciencia en un historiador. Lo cual, para quién habla es de gran orgullo referirse a este polígrafo, pues el emblemático colegio en que realicé la enseñanza media lleva su nombre, el INBA, creado en mayo de 1902 precisamente y, que el sábado recién pasado asistí al aniversario 117, junto a varios de mis queridos compañeros de curso.  Ahora bien, en el texto se establece que sus aportes  fueron muy significativos, especialmente durante su rectorado del Instituto Nacional entre 1863 y 1872, periodo en el que dio especial énfasis a la geografía física y cosmografía. Además, sus aportes también fueron en política, educación, periodismo, historia y literatura. Así pues, también se destaca que, como positivista, compartió elementos como el ideario por el progreso, la educación laica, la promoción de la ciencia y el fomento  a la industria, para que el país alcance mayor nivel de desarrollo social. También, llegó a ser  rector de la Universidad de Chile, donde pudo realizar reformas y promoción de asignaturas científicas, como un modo de combatir la tradición religiosa en la educación pública que imperaba hasta su época. Sus publicaciones fueron muy conocidas, destacando entre éstas, “Elementos de Geografía Física” e “Historia General de Chile”, en 16 tomos. No puedo terminar este apartado sin repetir sus palabras del discurso del aniversario de la U. de Chile del 17 de septiembre de 1893: “La ciencia, señores, prepara todos los maravillosos inventos de la industria, que desarrollan la riqueza pública y aumentan nuestro bienestar. Destruyendo errores de todo orden, habituándonos al trabajo de observación, y enseñándonos a guiarnos por ésta, desarrolla y fortifica nuestra razón, da firmeza y corrección a nuestros juicios, eleva nuestro carácter y enaltece nuestros sentimientos, haciéndonos superiores a las miserias y contrariedades de la vida”.

¡En nombre de la Facultad que represento y en el mío propio, las más sinceras y emocionadas felicitaciones a los autores! 

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